La historia de Copito


 SOCORRER A UN GATO FERAL HERIDO

Copito era un gato nacido en libertad en una colonia controlada por la Asociación Amikeha.
Hasta el día de su accidente este gato vivía en una urbanización de la sierra de Madrid junto a su clan, hasta que un día desapareció. Fue buscado durante días hasta que una vecina lo encontró en la cuneta de la carretera en este estado lamentable. Podéis imaginar la dificultad para socorrerle dado que era un gato muy desconfiado e insociable con las personas, de entre los gatos de su clan, Copito era el de carácter más esquivo, a lo que había que añadir los terribles dolores que sufría en todo su cuerpo.

Si encuentras un gato en estas terribles condiciones, y quieres ayudarle, lo primero que has de tratar es guardar la calma para transmitirle al gato herido un poco de serenidad. Es importante evitarle en la mayor medida posible un ambiente de ansiedad extra, para ello conviene ser rápidos y eficientes. En el caso de Copito se actuó cubriéndole con una toalla para evitar todo contacto visual. Seguidamente se le introdujo en el transporting y fue trasladado a la clínica veterinaria. Allí fue diagnosticado con rotura de cadera, pelvis y pata trasera derecha por tres partes, su rabo estaba fracturado y necrosado y sufría una pérdida notable de sangre y deshidratación. Tras la operación el paciente tiene que contar con alguien dispuesto a acogerle y a cuidarle en un lugar apropiado para su larga recuperación, la cual, en el caso de Copito no fue sencillo dado que se trataba de un gato nacido en libertad al que no le gustaba demasiado cooperar con nosotros; a la hora de lavarle, curarle, medicarle y movilizarle para las visitas al veterinario era todo un show. Todo era nuevo para él y también para nosotros. Resultaba difícil pues debido a sus dolores y desconfianza, el gato expresaba su lado más arisco. Pero las cosas se hicieron como había que hacerlas, con determinación y amor. Y así, con cariño, juegos y comida rica nos ganamos su confianza.




Hoy, cinco meses después, es un gato recuperado a nivel físico y mental. Físicamente ha llegado al máximo de su recuperación. Ha quedado peor de lo esperado. Es un gatito discapacitado pero feliz. Ahora es un miembro más de la familia. Le adoramos. Todo el cariño que le dimos y que le seguimos dando sigue recogiendo sus frutos día a día. Que fuese difícil nunca significó que fuese imposible.

PRIMERAS SEMANAS EN CASA


copito recuperación - Kizoa Editar Videos - Movie Maker

Fue un verano muy duro para todos. Al mismo tiempo que una experiencia enriquecedora porque nunca perdimos la ilusión por verle bien.
Poco a poco un pequeño atisbo de confianza hacia nosotros comenzó a nacer en el corazón de este gato feral que ya empezaba a vernos como su única referencia y compañía.
Nuestro objetivo nunca fue adoptarle sino curarle hasta estar preparado para regresar  a la colonia felina a la cual pertenecía. Soy cuidadora de esta colonia desde hace muchos años y conocí a Copito desde que nació. Fui testigo de sus juegos con los demás gatos, de sus ratos tiernos siendo amamantado y lavado por su mamá. Le ví crecer y disfrutar de su vida salvaje. Yo deseaba tanto como él volver a verle junto a los suyos.
Sin embargo, es el tiempo el que decide el devenir de los acontecimientos. Al final tuvimos que resignarnos ante el hecho de que pudiera volver con su familia gatuna, ya que después de tres meses de recuperación, el gato seguía minusválido, y esa sería ya su condición física para el resto de su vida. Tampoco estaba bien neurológica, ni anímicamente pues no quedó fuerte ni apto en ningún sentido para vivir en libertad, más con el agravante añadido de que ya nunca fue aceptado por su clan.
Foto de Copito antes del accidente. Jugando con miembros de su familia

Transcurrido dos meses de vivir encerrado en su jaulita dentro de casa, en sus primeros paseos por los jardines de la colonia, Copito volvió a ver a su familia y sólo deseaba ir con ellos, les seguía como su sombra, llamaba a su madre, hacía intentos por jugar con todos, pero para ellos aquel gato de andares raros y sin rabo les era ahora algo extraño e indiferente. Su abuela le bufaba, su madre le observaba extrañada y los demás le rehuían. Intentamos su adaptación a su medio durante todo el verano, sin obtener el resultado deseado.



Ha transcurrido el tiempo y hoy tengo claro que en la calle hubiera estado vendido a su suerte; él solito sin el calor de su clan, expuesto a todo tipo de peligros. No soy partidaria de adoptar gatos ferales adultos que valoran la vida en libertad, a pesar de las adversidades, por encima del calor de un hogar, el cual, para ellos es el equivalente a una carcel. Para este gato asilvestrado de dos años no ha sido fácil aceptar su nueva vida con humanos. Le llama la vida salvaje y libre, sus raíces y los gatos que fueron su familia. Vamos a menudo a la casa de la Sierra, al que fue su único territorio, para que sienta que aquello sigue siendo suyo que nadie se lo ha quitado. Pasea por allí siempre bajo nuestra vigilancia y compañía de Dorito. El resto de sus días vivimos lejos de sus montañas en un piso de 90 metros cuadrados con un balcón con vistas a zonas ajardinadas todo dispuesto para su comodidad y su condición.
Disfruta de sus paseos diarios por el jardín para ejercitar su cuerpo. Es lo único que puedo ofrecerle. Sé que es un gran contraste con respecto a su vida salvaje. Sin embargo, ha aprendido a ser feliz en compañía de humanos.


Los primeros días en la casa, se le veía deprimido. Se me partía el alma al verle tan apático y triste. Llegué a tener dudas acerca de llevarle de vuelta al territorio de la casa de la sierra. Pero...¿Dejarle alli solito? ¿Y el frío invernal para sus huesos? ¿y los peligros como coches, perros, gente mala? A penas puede resistir una corta carrera en terreno estable, si el terreno es inestable, si pisa un bache, un desnivel sus patas le fallan, su cuerpo flaquea y cae al suelo como un muñeco sin reflejos, sin agilidad ninguna.

Sin rabo y sin fuerza, ni agarre en sus patas traseras, no puede mantener el equilibrio. No es capaz de trepar un árbol, ni siquiera puede subir el solito a una cama. Necesita escalones y rampas allá donde va. Su vista ya no es buena, no coordina visualmente, no calcula distancias. Por estas razones nunca más podía estar en la calle.





A pesar de sus limitaciones físicas, su estado anímico es el que sigue mejorando. Ya nos ha aceptado como su nuevo clan, a nosotros y a Dorito.
Tiene sus ratitos de gato gruñón, pero es sólo una pose que le sale para recordarnos lo autosuficiente que él puede ser. Todo en él es ternura. Es un luchador con una capacidad de resignación y fortaleza que nos ha dado ejemplo.
Con mucha ilusión, amor y paciencia estamos consiguiendo manejarle y convertirle poco a poco en un gato caserito que disfruta de las muestras de cariño y del calor del hogar.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, muy bonita historia, yo tengo un caso similar pero cómo lograste que comiera? en mi casa el gatito no quiere!
Saludos

Anónimo dijo...

Hola